La Vaquilla Vs. Good Morning Vietnam

Sé que no son comparables estas dos películas. Pero me pareció una curiosa coincidencia que en la programación del sábado por la noche las emitieran de manera consecutiva. Dos maneras de hacer cine, dos países con sus particulares demonios cuyos conflictos bélicos recientes se pudieron contemplar en cómodos bocados audiovisuales. Bueno, la Guerra Civil queda algo más lejos que Vietnam y los EE.UU. renuevan constatemente su historial.

Me divertí, y mucho con Berlanga. Valenciano ácrata de estilo grueso. Siempre me ha gustado su filmografía. La historia gira en torno a la particular misión de una compañía republicana: joder las fiestas de un pueblo en territorio «nacional». Para ello cuenta entre sus filas de un paísano de dicho pueblo que les «guía». El objetivo, dejar al Marqués sin el espectáculo del toreo. Evidentemente esta compañía se disfraza con los uniformes del enemigo. A partir de aquí las situaciones surrealistas se suceden. José Sacristan (el hombre más triste del mundo) y Alfredo Landa (ferviente admirador de las dotes de mando y disciplina del bando nacional) llevan la voz contante, aunque se trate de un reparto coral (vamos que todos son protagonistas). Personajes de todo tipo se suceden en el pueblo. El tonto del pueblo, las falangistas, curas, sargentos, etc. A destacar: el palo que se lleva el paísano del pueblo cuando se entera que su novia ha decidido irse con un alferez harta de esperar a que acabe la guerra, la «Sillita a la Reina» que le  hacen al Marqués (cuyos terrenos son tan grandes como una provincia, pero que su «morada» está en la zona republicana con la bandera del Estado) para subirlo al balcón de la Iglesia y comer allí paella («Es sacrilegio?», se pregunta la Marquesa), y sobre todo el encuentro entre el torero y uno de los «rojos» que al reconocerse como antiguo banderillero el sargento de turno le obliga a acompañarles a la Plaza. Curiosa también, la costumbre que tienen las señoras del pueblo de orinar encima de aquel que se esconda debajo de los carros que forman la Plaza. Bueno, recomiendo ferventemiente verla y comprobar la metáfora final que el director hace de nuestra España.

A renglón seguido empezó Robin Williams su programa de radio en una base americana en Vietnam. El locutor es un ciclón de las ondas. Pablo Motos… una mierrrda al lado de este, jajaja. Es la historia de un aviador que ha sido destinado al Vietnam. Hay que ver que de traumas han tenido los gringos. Si hubieran recibido tantas hostias como Alemania en las Dos Guerras Mundiales faltarían psicólogos para atenderlos a todos. En fin, el tema es que el chico es muy bueno, tiene una agilidad mental endiablada poniendo en entredicho principios que dan por seguros los jefes de la emisora. Pero claro, la Plana Mayor está con el bueno de Willy y le dan carta blanca para que ponga a los Rolling, Bob Dylan, Hendrix y todo lo que los reclutas del frente quieren escuchar. El rebelde bueno y pasteloso se hace fuerte mientras sus jefes directos se tiran de los pelos. Al final le echan puesto que ha entablado amistad con un Vietcong, por el cuál se parte la cara para que pueda entrar en un bar que finalmente atenta contra él. Por supuesto el chico salva al bonachón en el último momento. Bueno, el que la quiera ver, que la vea. No está mal. Pero como (casi) siempre la moralina y el chantaje sentimental norteamericano aflora y a mi, pues me toca las narices.

Posted by vin on octubre 6th, 2008 | Filed in Uncategorized | Comment now »

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